Es cuestión de energía. Primera parte.
Mientras creas que todo va bien y estés satisfecho con lo que te da la vida. Mientras no tengas preguntas profundas a cerca de ti mismo, tu comportamiento, tus actitudes, todo estará bien y no necesitas ir más allá. Solo cuando una persona se pregunta más allá de la superficie, si es realmente feliz, por ejemplo, o si hay algo que no está haciendo que siente debería hacer, o si hay algo que hace que no debería hacer, es cuando ha de profundizar en si mismo y actuar. Ha de elegir entre, tomar la píldora roja o la azul. Ya nunca nada será igual, o nada cambiará nunca.
Es una cuestión de energía. El cuerpo humano, como cualquier máquina, funciona con energía. Y esta no es ilimitada, cuando se agota, la maquina empieza a suprimir funciones y baja la eficacia.
Por eso es básico limitar el gasto de energía que consumimos innecesariamente en acciones que no son provechosas. Si no hacemos esto es simplemente porque creemos que la energía para el funcionamiento de nuestra maquina es ilimitada. Desconocemos ese dato básico.
El primer paso es darse cuenta. Hasta que no nos observemos despilfarrando energía una y otra vez, nada podremos hacer. Para ello hemos de sentir nuestro cuerpo en sus tensiones habituales, a las que lo sometemos.
Observar nuestra actividad y como ella tensa nuestro cuerpo hasta sentir dolor físico, cansancio e incluso enfermedad, es el primer paso. ¿Que puedo suprimir? ¿Fue necesario, inclusive provechoso, levantar la voz, usar tanta fuerza, apretar tanto o ir tan rápido? ¿Podría haber tenido el mismo resultado, o inclusive mejor, sin ese gasto de energía emocional y mental, que lo que si hace seguro es tensar mi cuerpo?
La siguiente cuestión después de la observación es el darse cuenta que estoy acostumbrado a hacerlo. He aprendido a hacerlo así y mi máquina está programada a funcionar ineficientemente. He de darme cuenta de ello y aceptar el hecho de que he de hacer reset y re programarme de nuevo. No bastará con querer cambiar. Hay que usar un método.